Hablamos de dejar que una máquina —inteligente, sí, pero máquina al fin y al cabo— tome decisiones por nosotros.
De hecho, muchos de los usos de la inteligencia artificial que ya están disponibles para todos implican dejarle tomar decisiones, aunque no siempre seamos conscientes de ello. Lo que antes consistía en simplemente ‘ejecutar instrucciones’, ahora se convierte en ‘tomar partido’.
Por ejemplo; Cuando una IA decide qué correo contestar primero, qué respuesta enviar o cómo negociar una condición. Para ello no sólo redacta más rápido, también decide qué tono usar, qué mensaje priorizar o qué compromiso asumir. Eso ya no es sólo ejecución, toma decisiones por nosotros.
Lo mismo sucederá cuando la usemos para realizar compras, negociar acuerdos, hacer un triaje médico, llevar a cabo una selección de personal,... Los casos van a ser infinitos.
”Tareas que implican decisiones, decisiones que tienen consecuencias.”
La cuestión es que esas decisiones tienen consecuencias: puede ser la diferencia entre cerrar un acuerdo o perderlo, entre mantener una relación profesional o dañarla, entre salvar a alguien o perderlo,...
Y es que el verdadero dilema aparece cuando delegamos decisiones y entran en juego los compromisos, las responsabilidades y las consecuencias.
Vamos a tener que evolucionar en “el arte de delegar”.
Este es el escenario al que nos dirigimos.
Para afrontarlo tendremos que desarrollar el arte de delegar en máquinas. y hacerlo con la misma responsabilidad con la que delegamos en personas. El futuro se construirá con decisiones —muchas de ellas— tomadas por inteligencias que no son humanas. Conviviremos con un juicio sintético que tendrá consecuencias reales y tangibles.
Las personas llevamos siglos aprendiendo a delegar en otras personas. Lo hacemos en nuestras empresas, en nuestras familias, en nuestras instituciones. Pero delegar en máquinas es distinto. Aquí no hay empatía, no hay contexto humano, no hay matices compartidos por experiencia vital.
Toca evolucionar en “el arte de delegar”: ¿cómo confiar en el criterio de una máquina? ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a ceder control sobre decisiones que nos afectan directamente?
Conclusión
El verdadero potencial —y también el mayor reto— de la inteligencia artificial está en dejarla decidir por nosotros. No hablamos solo de asignarle tareas, sino de compartir con máquinas la carga de elecciones que tienen impacto real en nuestras vidas y organizaciones.
El reto no será aprender a usar la IA como herramienta, sino aprender a delegar conscientemente en ella, sabiendo cuándo y cómo confiar en su criterio. Porque el futuro no se definirá por la cantidad de tareas que las máquinas hagan en nuestro lugar, sino por la calidad de las decisiones que estemos dispuestos a dejar en sus manos.