Internet fué un revulsivo sobre la forma en que se podía acceder a la información. La información era accesible en cualquier momento y en cualquier lugar. La inteligencia artificial va a cambiar la forma en la que trabajamos con ella.
La accesibilidad que provocó internet supuso que los informes pasaron de servir para acceder a la información a tener una función de filtrado y organización. Eran una herramienta para separar lo relevante de lo irrelevante o dar estructura a lo caótico.

¿Pero qué precio tenía el trabajo basado en informes? Antes de la inteligencia artificial era necesario tratar la información, darle un formato que nos permitiese consultarla con facilidad. Además había que almacenarla de forma ordenada para poder buscarla con mayor facilidad. Cuando queríamos utilizarla tocaba consultar distintos repositorios, diversos archivos, extraer la información, estructurar, sintetizar y el resultado solía ser en un informe.

Con la llegada de la inteligencia artificial todo este trabajo ya no será necesario. La inteligencia artificial puede generar informes a partir de la información “en bruto”. Localizar, filtrar, organizar, resumir, clasificar, ordenar o estructurar van a ser tareas del pasado. Y los informes tal y como los conocemos ya no tendrán sentido. Suponen un coste absurdo.
Muchos profesionales invierten horas, a veces días, en localizar datos, referencias, argumentos, resultados, conclusiones,... y darles forma. El coste de estas tareas es gigantesco. El resultado de este trabajo se plasma en informes. Informes que ponen la información al alcance de quienes no tienen el tiempo o los medios para hacerlo por sí mismos.

El cambio del informe en la era de la IA
La irrupción de la inteligencia artificial transforma radicalmente esta dinámica. Si internet nos dio acceso universal a la información, la IA nos libera de la carga de tener que manejarla de forma manual. Hoy es posible que un asistente inteligente escuche una reunión, genere un acta clara y priorice las tareas pendientes sin intervención humana. Del mismo modo, puede resumir un documento extenso en pocos segundos, detectar patrones relevantes en un conjunto de correos o redactar un informe ejecutivo a partir de datos dispersos en múltiples fuentes.

La generación de un informe —anotar, resumir, seleccionar, organizar y presentar— puede ser instantánea. Esto significa que la función principal de los informes, tal y como los conocemos, actuar como mediadores entre la abundancia y la acción, empieza a volverse redundante. Ya no será necesario dedicar horas a dar forma a la información, a guardarla, a prepararla para entregarla; basta con pedirlo y la IA se encarga.

Hacia una memoria distribuida: Data Lakes y más allá
Durante años, la gestión de la información se apoyó en estructuras rígidas: carpetas en ordenadores, servidores locales, discos externos, plataformas corporativas como SharePoint o Google Drive. El esfuerzo consistía en guardar los documentos en un lugar correcto para poder encontrarlos después. Era una memoria organizada, pero dependía de la disciplina humana y de jerarquías fijas de almacenamiento.

La lógica actual es diferente. Con la IA, no importa tanto dónde se guarde un archivo, sino que el sistema sea capaz de encontrarlo, interpretarlo y relacionarlo en el momento oportuno. En lugar de estructuras estáticas, hablamos de data lakes dinámicos donde la información se almacena de forma masiva y sin un orden rígido, para que luego agentes inteligentes extraigan lo necesario según el contexto.

Esto abre la puerta a una “memoria distribuida y desestrucuturada”: Ya no tenemos que recordar dónde está guardado un informe ni preocuparnos por mantener copias en distintos dispositivos. La IA se convierte en nuestro índice universal, en un buscador con memoria y capacidad de síntesis. Lo relevante ya no es almacenar, sino decidir qué queremos recordar, cómo queremos que se nos muestre y qué margen de autonomía damos a los sistemas que gestionan esa información.

Conclusión
Hoy, en la era de la inteligencia artificial, la función mediadora de los informes pierde sentido. La IA no solo accede a la información, sino que también la procesa, la organiza y la presenta, liberándonos de tareas repetitivas y administrativas.
El desafío no será ya redactar ni archivar, sino definir qué información queremos que sea accesible y cómo queremos que nos la muestre. El futuro no se mide en carpetas ni en informes estáticos, sino en la capacidad de interactuar con una tecnología, la inteligencia artificial, que accede, comprende, sintetiza y presenta bajo demanda la información. En última instancia, lo que desaparece no es la necesidad de información, sino la forma en que la utilizamos.

En síntesis
La IA convierte la gestión de la información en un proceso automático y continuo. Los informes dejarán de ser productos cerrados y se transformarán en interacciones dinámicas con sistemas inteligentes. La cuestión central ya no es almacenar ni resumir, sino decidir qué será accesible y cómo vamos a interactuar.